A comienzos de 1968, la
asignación de partidas presupuestales menores para el Ministerio de Educación
llevó a los estudiantes franceses a pugnar por una mejor educación
universitaria, la protesta estuvo apoyada fuertemente por Jean Paul Sartre y
Simone de Beavouir.
A comienzos de 1968, a pesar
de la asignación de sustanciales partidas presupuestarias para el Ministerio de
Educación, surgió una creciente inquietud entre los estudiantes franceses,
quienes criticaban la incapacidad del anticuado sistema universitario para dar
salida al mundo laboral a un número, cada vez más elevado, de licenciados. Al
mismo tiempo, diversos grupúsculos inspirados por las ideologías anarquista,
trotskista y maoísta, manifestaron su oposición a la sociedad capitalista y al
consumismo.
Estudiantes de sociología de
la Universidad de Nanterre, próxima a París, fueron particularmente activos y
proclamaron que la universidad debía convertirse en el centro de la revolución
contra el capitalismo; su ocupación del campus provocó la clausura de la
universidad a finales de abril, por lo que decidieron reunirse en la Sorbona.
¿Qué quedó?
La revuelta de Mayo del 68, como tal, no provocó cambios realmente decisivos en la sociedad francesa. La Universidad sí cambió: los estudiantes y el profesorado progresista se adueñaron prácticamente de ella, pero luego fueron perdiendo ese poder poco a poco. En las fábricas, los trabajadores obtuvieron ciertas mejoras salariales y de condiciones de trabajo, y los sindicatos, un aumento de su influencia.
La revuelta de Mayo del 68, como tal, no provocó cambios realmente decisivos en la sociedad francesa. La Universidad sí cambió: los estudiantes y el profesorado progresista se adueñaron prácticamente de ella, pero luego fueron perdiendo ese poder poco a poco. En las fábricas, los trabajadores obtuvieron ciertas mejoras salariales y de condiciones de trabajo, y los sindicatos, un aumento de su influencia.
El Estado mejoró las
prestaciones sociales, en la vía del tan mentado Estado de bienestar. Pero no
olvidemos que todas esas mejoras, lo mismo que los cambios que se fueron
produciendo en las costumbres -en el estilo de vida, en la familia, en las
relaciones de pareja, en las formas de ocio, etc.- coincidían con lo que
pudiéramos llamar la evolución natural de la realidad: en otros países de la
Europa occidental no hubo una revuelta tan llamativa, y sin embargo avanzaron
en dirección muy semejante.
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